Tarde, sí; muy tarde, también. Ya es suficiente con casi
un año sin publicar nada ni sentarme frente a esta pantalla a disfrutar de uno de los
grandes placeres que un día me ofrecieron como es el de reseñar bandas. Con más
motivo, he decidido romper este silencio causado por la falta de tiempo con una
banda que, aunque ya publicaron allá por agosto su nuevo trabajo, merece todo
el reconocimiento. Era algo que había que hacer a la voz de YA.
El trabajo en cuestión lleva como título III y la banda, Toundra. Mucho se podría decir o se ha dicho ya con eso de que si
no fueran españoles otro gallo cantaría, pero matices aparte, estos madrileños
se han ganado el status de GRANDES y a pulso. Su trayectoria es impecable y
esta nueva publicación es la culminación de un duro trabajo precedido por dos
magníficas publicaciones anteriores. El camino estaba realmente marcado, y si
nos ponemos a rememorar, aquellas
pioneras Jauría o Medusa eran canciones de bellísima
factura que gritaban y empujaban en silencio las puertas abiertas para la
publicación de un segundo que, a mi juicio, ya les hacía merecedores del no
tener nada que demostrar porque solo escuchar cortes como Bizancio, Magreb o Zanzíbar
te hacía creerte que la excelencia instrumental es posible.
Con este III (ya
desde hace muchos meses en mi lista de favoritos y mareado de dar vueltas en mi
reproductor) han demostrado saber dar un paso más allá decididamente al frente
y apostar por un plástico aún de más calidad, más rico en matices y arreglos de
cuerda, lo cual llena perfectamente y embellece toda la pasión y empeño de los
madrileños por ofrecer un disco coherente y ausente de peros. Puedo pecar de
muy fan cuando se lea esto pero tal y como se suele escuchar, lo que es, es o
traducido, al Cesar lo que es del Cesar.
Esta tercera entrega, bajo mi juicio es la agrupación de
lo aprendido en el proceso de los dos álbumes anteriores, la inocencia y la
búsqueda de algo nuevo como ocurre en el primero; y la electricidad y tensión
de II. III es homogéneo, dinámico,
melancólico y directo aunque añadiendo más dosis de oscurantismo.
Ya desde el primer corte, Ara Caeli se nota las ganas de Toundra; comienza inquietante y te
hace pensar por dónde va a romper el tema y la épica revienta a golpe de
baquetazo que sin dejarte regodear te inserta en una demostración de control,
aderezado por unas cuerdas clásicas para volver a unas guitarras directas en
incesantes así como a mitad del tema bajan un poco el pistón para que ya hasta
el final del corte te impregne la explosión sonora y un trabajo a las seis
cuerdas que nunca dejará de sorprenderme; calma al final de su ejecución para
que Cielo Negro te martillee con un
ritmo de bajo que cabalgará y ayudará aún más a hacerte más placentero este
viaje de seis minutos. En este corte comienza eso sí también el inmenso trabajo
que conlleva dirigir a una banda como Toundra
desde ese sillón poderoso que son los parches. Su comunión con las guitarras al
final de la canción me deja sin palabras. Requiem
es decididamente lo que quiero que suene cuando deje este mundo, son sus
arreglos perfectos, la magnífica ejecución y esa melancolía lo que me hace
pensar que esta banda aún tiene mucho más donde explorar. Fue ya en Pleamar, de su primera entrega donde se
demostró que esta banda podía expandir su música a cortes más reposados y de
ahí la comunión entre álbumes a la que me refería antes. Por supuesto que Requiem gana en matices con esos
arreglos de cuerda. Una canción preciosa. Para marcar la diferencia, es Marte (Mars) el tema más “macarra” en
su comienzo, se liberan aún más si se pueden todos los instrumentos pero como
buen grupo prog saben dosificar cuando el discurso instrumental lo marca. Esto
es lo maravilloso de este estilo, nunca sabes lo que esperar y así lo continúan
los madrileños, haciendo demostración de fuerza atronadora hasta su final. Lilim marca el cauce final de un disco
con un tono en el que las guitarras se limpian todo lo caído hasta ahora pero
para no perder la coherencia, una batería acompasada les marca el camino a
volarlo todo nuevamente. Como para dejarnos con ganas de más, Espírita nos asfixia positivamente con
un bajo oscuro que nos hace subir y bajar por esa montaña rusa deliciosa que es
el universo y las atmósferas de Toundra.
Hacer resumen de un disco tan especial como éste se torna
complicado pero si se comprende lo anteriormente expuesto basta decir que es un
álbum de tremenda factura que eleva mucho más el sonido y la proyección del
grupo y que los arreglos escogidos no hacen sino complementarlo.
Desbordante hasta su máxima expresión, redondo como el
mismo disco, brillante, furioso; una obra maestra.
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