De seguro que alguno conoce la sensación de toparse con un
disco al que, con cada escucha, le encuentras una mayor familiaridad.
Familiaridad en lo que se refiere a su sonido, porque en
este caso, Cuzo maman de la década
de los setenta agregando pinceladas de actualidad. Digo lo de actualidad con
cierta ironía, ya que a lo que pueden evocar es a grupos que precisamente
destilan un sonido retro con reminiscencias a aquella década.
Estos barceloneses presentan “Alquimia para principiantes”,
un nuevo conglomerado de psicodelia y guitarras potentes, que, a decir verdad,
es una prueba fehaciente que constata lo que dicen sobre su sonido. Es
inevitable escuchar a Cuzo y por fugaces momentos, no plasmar en la mente las imágenes de
Suspiria o El amanecer de los muertos, del maestro Romero. Beben del rock
progresivo italiano y de uno de sus estándares, Goblin, grupo que contribuyó a
bandas sonoras de terror del cine de por aquel entonces.
Pero sus influencias, bajo titulo personal, parecen no
quedar ahí. Estableciendo un paralelismo entre épocas, pueden recordar tanto a
unos exultantes Hawkwind como a unos Tame Impala hasta las cejas de reverb. Así
mismo, su faceta de rock pesado bien podría rescatar del recuerdo el Groove
mórbido de Black Sabbath o a los Cathedral más stoner.
El periplo cósmico de bucólica psicodelia y onírica
sonoridad comienza con El Exorcista Turco, corte de entrada en el que dejan
entrever parte de su propuesta, reservándonos lo mejor para más adelante.
Ritmos de batería que recuerdan a todo un John Bonham y un fraseo de guitarra
espasmódico retozan con un sintetizador que crea picos y valles con sus idas y
venidas, entremezclándose con un riff pesado rebosante de fuzz.
Con el tema que bautiza el disco, Alquimia para principiantes, es posible apreciar lo que venía
diciendo antes sobre las películas de terror italianas de los setenta. Crean
una transición eficiente y sin fisuras desde el colchón sonoro con el que
comienza la canción hasta un riff de inusitada pesadez, denso, oscuro y de
lento caminar. El telón cae bajo una orgía sonora.
Erotissimo. Huelga
decir la idea que sobrevuela la cabeza de uno al escuchar el tema. Un riff con
un deje rítmico peculiar y respaldado por cascadas de delay, traen a la mente
el erotismo italiano, a Emmanuelle e imágenes caleidoscópicas inundadas de luz.
El pildorazo que supone Mundo Subatómico, el tema de menos
minutaje del disco, lo propicia un ejercicio guitarrero sin descanso iniciado
desde el comienzo de la canción , con variaciones de tempo y jugando con
pasajes más ambientales, agregando y desestimando distorsión. Cuzo proveen a su sonido de ricos matices y
capas superpuestas, claro ejemplo es el riff doblado dos octavas más arriba que
tiene lugar casi a la mitad del tema.
Sintetizador en ristre para el comienzo de uno de los temas
más originales del disco. Mi otro yo, agrega al compendio sonoro un riff con regusto sureño tocado con slide. Aquí, Cuzo ponen de
manifiesto la habilidad para ir tejiendo un tapiz a diferentes alturas y con
distintas telas, dando como resultado algo realmente compacto y que no
desentona.
La cúspide del entramado Cuzo, en lo que a cantidad de capas
sonoras se refiere, tiene lugar en Juegos reunidos. Como una cacofonía
de reverb y efectos en consonancia, una melodía de sintetizador actúa como
catalizador para todo el compendio, desembocando en un riff menos oscuro y que
escapa de la tónica predominante en el disco. Canción para quemar en repeat.
Volvemos con la pesadez monolítica de esas guitarras con
regusto a Sabbath y por qué no, a la escena doom inglesa, salvando las
distancias, claro. En Bomba de relojería, la muralla de distorsión guitarrera
cede el paso a un riff de acordes abiertos, interludio con delay, para retomar
el pausado caminar de esa andanada de distorsión propia de un Tony Ionmmi en su
mejor momento.
Mil Homes viene a ser la esencia de Alquimia para Principiantes condensada en una sola canción. De los
pasajes que recuerdan al cine de Dario Argento al principio del tema, llegamos
a un riff movido y con mucho Groove, acompañado por bajo y batería casi al
unísono. Se pueden diferenciar cuatro bloques que recogen, como decía
anteriormente, lo que es éste álbum en si mismo. Tras un breve escarceo pseudo
ambiental, la canción y el disco tocan a su fin con unas guitarras casi sludge,
crujientes y de alto octanaje.
Podría considerárseles como el eslabón perdido entre Goblin
y Black Sabbath, si es que alguna vez existió o se concibe algo así. Quitando
parecidos o influencias de aquí y allá, en el caldero de Cuzo se fragua un
tónico de acabado original que tiene en Alquimia
para Principiantes un arquetipo de visionaria hechicería.
Un buen álbum, dadle una escucha.
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